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Cuando un gobierno pierde la palabra

Por Leonel Martínez.
ATMÓSFERA DIGITAL,  SANTO DOMINGO.- La mentira descolora la palabra. Es gota de cloro sobre la integridad del verbo para que nunca el castigo se haga carne. No se dieron los nombres del listado, por tal razón la mentira destruyó el compromiso hecho público por el portavoz del gobierno. Se fijó fecha precisa para decir los nombres y apellidos de los que recibieron sobornos. Pero el viento se llevó las hojas secas de las promesas de un Procurador.

Las palabras carentes de valor ruedan como las monedas falsas.  Las vacas, aunque sean sagradas, no terminan de caer. Y “donde digo dije, digo Diego”. Que desagradable resulta el engaño tejido con frases  embusteras. Pescar ingenuidades por más pequeñas que sean las carnadas nunca podría ser ni una diversión ni un deporte, porque la burla, como el arte de birlibirloque, concluye sin grandes sorpresas. Siempre descubrimos de dónde el mago saca la paloma blanca, aunque parezca que sale del sombrero.

El país estuvo atento a la llegada del día vienes 19 de mayo de 2017. Y llegó la hora… Sin embargo, nos contaron otro cuento más: “Que María estaba lavando y se le acabó el jabón, que patatín y patatán”. No se olvida que así mismo pasó con el expediente de los 92 millones de dólares de los aviones marca Tucano.

Es una gran pena que el gobierno pierda su palabra. Ahora comprendo el por qué tantas veces en su discurso el presidente decía, “¡créanme!” Y fuimos tan ingenuos que de nuevo creímos. La procuraduría vuelve a prometer, empeña por segunda vez su palabra ante el pueblo. Mientras el tiempo pasa…

No está demás comparar este caso con el accionar del “malapaga”, quien suele prometer y prometer el pago del dinero prestado al acreedor, a veces sin un chele en su cartera. Así le siembra esperanza, mientras termina sin pagar nada haciéndose el “chivoloco”. Ojalá la palabra empeñada del gobierno no se pierda en la compraventa. Lo cierto es, que cuando un gobierno pierde la palabra termina perdiéndolo todo.

El procurador tiene la oportunidad de darle otro brillo a sus palabras. Por sus actuaciones lo dudamos, porque en la práctica existen dos procuradurías: la de los pobres; que allana, incauta bienes, pone grilletes públicamente en las manos y envía con rapidez a los “pillos” a la justicia. Y la procuraduría de los poderosos; que marcha lentamente a pasos de tortuga frente a un escándalo que implica en dinero dominicano la suma de 4 mil 319 millones de pesos.

Esta cantidad, equivalente al presupuesto del Ministerio Público en un año, no salió de los bolsillos de Odebrect, sino del pueblo dominicano que paga los impuestos al gobierno y cubre los elevados salarios a los funcionarios. Sin embargo, esa empresa lograba con sus sobornos, sobrevaluaciones decenas de veces mayores que la cifra que daba en cohecho.


Quiera Dios que no terminen cayendo en saco roto las palabras del presidente ni las del procurador. Sería entonces otra forma de estafa en contra de la ciudadanía. La advertencia cuelga de las paredes del edificio de la procuraduría: “Cuando un gobierno pierde la palabra termina perdiéndolo todo”.

El autor es periodista. Reside en Santo Domingo

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