Por Juan Taveras Hernández.
ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- ¡Qué el pueblo vuelva a
las urnas de nuevo! Para tales fines se requiere que el Senado elija otros
jueces en la Junta Central Electoral (JCE) y el Tribunal Superior Electoral
(TSE), no tienen que ser abogados todos, sin compromisos partidarios y con alta
solvencia, más ética y moral que profesional, que los hay.
Rápidamente, pueden producirse los cambios estructurales
profundos del sistema electoral, como lo sugiere la Organización de Estados
Americanos (OEA).
Para conocer y aprobar la ley de partidos y agrupaciones
políticas, así como la modificación de la ley electoral, no se requieren otros
20 años. El Congreso, si así lo dispone, puede hacerlo en días ya que existen
proyectos consensuados como el presentado por la propia JCE. Es cuestión de
voluntad política. La reelección se conoció y aprobó en tiempo récord porque
Danilo Medina así lo dispuso dado el interés personal que tenía.
El pasado domingo no hubo elecciones en el país. Fue una
farsa, una obra de teatro ridícula y absurda. El pasado domingo hubo, como lo
había advertido en artículos anteriores, una masacre electoral, un matadero,
gracias a las diversas modalidades de fraudes, compra masiva de cédulas de
manera pública, como en un mercado persa con la protección de la llamada
“Policía Electoral”, atropellos, violaciones a la ley electoral, uso de la
fuerza, coerción, chantaje, robo de urnas y de actas para que no se pudieran
contar los votos.
Los resultados de los comicios, independientemente de quién ganara
o quien perdiera, tanto en la boleta presidencial, como en la municipal y
congresual, no pueden aceptarse como buenos y válidos porque fueron fruto de la
trampa y el engaño.
Lo ilegal lo corrompe todo, dice una máxima del derecho. Y
las elecciones fueron ilegales desde el momento en que el gobierno decidió
avasallar invirtiendo cerca de 50 mil millones de pesos para imponerse.
Si este fuera un país, no una selva tribal, la gente,
encabezada por los dirigentes de la oposición, estaría en las calles exigiendo
nuevas elecciones, denunciando el fraude en los organismos internacionales.
Luis Abinader, la figura que emerge como líder de la
oposición, tiene que crecerse en estos momentos de crisis colocándose a la
vanguardia, como parece estar dispuesto, para buscar la unidad y encabezar la
lucha popular. Procede la “línea de masas”, procede la desobediencia civil para
exigir nuevas elecciones, pero en condiciones de equidad y transparencia, no
del uso de los recursos del Estado.
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