ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Luis Ignacio Lula Da
Silva, expresidente de Brasil, provenía de las luchas sociales, era un paradigma de combatiente de las
filas obreras cuyo "Partido del Trabajo" batalló palmo a palmo para
llevarlo al poder.
Su imagen redentora era la esperanza de miles
y miles de pobres que, en ese país gigantesco y desigual, habían sido
excluidos.
Pero el
poder suele transformar a los sujetos en su contrario.
Lula se
plegó a los grandes grupos económicos, y terminó en brazos de Andrades
Gutiérrez, Odebrech, y grupos económicos forjados al calor de su influencia
dentro del PT. Pero en Brasil hay instituciones.
No es lo que
ocurre en la República Dominicana. Danilo
Medina responde íntegramente a un grupo económico que lo ayudó a sobrevivir a
la embestida de Leonel Fernández, cuando aquello de "Me derrotó el
Estado". Ese grupo económico está saqueando el país.
La
corrupción actual es dos veces más que la del gobierno de Leonel Fernández, y
los funcionarios que integran ése grupo económico actúan a sus anchas porque no
tienen ningún mecanismo de contención.
Lo que
ocurre en Brasil ni siquiera se puede comparar con lo que nos acontece a
nosotros en materia de corrupción, nuestros corruptos ostentan marcas
mundiales, pero están seguros de que nada les ocurrirá.
En Brasil
hay corrupción, pero los detienen, y hasta lo condenan (como a Dirceu). Nuestros
corruptos, en cambio, han construido un manto de impunidad que los protege, que
va desde la presidencia de la República pasando por todo el tinglado de la
justicia.
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