ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- Usando a FUNGLODE -una
institución turbia y elitista como pocas en este país- el expresidente Leonel
Fernández ha saltado a la palestra pública anunciando un plan de cambios para
el 2030.
El programa, hasta donde he visto, es una suerte de lista
de supermercado de acciones identificables para mejorar la vida de las gentes y
cuyos costos nadie explica.
Es decir, otro embrollo demagógico de quien ha sido
presidente por la friolera de doce años, sin que haya dejado otra cosa que
cosméticos urbanos, un régimen político autoritario que muchos aluden como una
dictadura constitucional, colusiones con el narcotráfico (del Tiempo, Quirino y
ahora el comando de Air Cocaina con Aymeric Chauprade incluido), una corrupción
galopante y más pobreza.
Es una especie de perreta en busca del espacio perdido y,
obviamente, de cara a las elecciones de 2020 cuando el presidente de la
faraónica FUNGLODE nos enseñe a todos que lo de “vuelve y vuelve” siempre tiene
una segunda edición.
Pero una segunda edición renovada. Pues Leonel Fernández
sabe que aún cuando el panorama electoral dominicano se sigue dirimiendo a 500
pesos el voto en medio de una población empobrecida, ya no es como lo podía
hacer Balaguer sobre las masas campesinas en descomposición. Ahora existe una
clase media, consumista y conservadora, pero clase media al fin, a la que no se
cautiva arrojando salchichones desde un helicóptero. Y para ellos va este nuevo
espantajo tecnocrático de FUNGLODE.
Es ese abolengo tecnocrático y elitista lo que quiere
mostrar Leonel Fernández y su camarilla de colaboradores. Se perciben a sí
mismos -y quieren convencer de ello al resto de la sociedad- como un grupo
selecto de personas de altas miras, predestinado a un nivel superior en la
historia (el progreso y la modernidad) previniéndola, de paso, de sus vicios
naturales.
Quieren ser de alguna manera lo que Ortega y Gasset
denominaba “las minorías excelentes” en contraposición a “los hombres medios”
que somos todos nosotros. De ahí que el presidente Fernández prefería ocuparse
de los conflictos del Medio Oriente (donde nadie lo tomaba en cuenta) que de
resolver los lamentables problemas que se producían en el país.
De ahí también que haya sentido una predilección fatal
por técnicos y teóricos de proyección internacional (el gánster xenófobo
Aymeric Chauprade incluido), para que le digan lo que todo el mundo sabe y lo
que los locales le podrían decir con más detalles y de una manera más
económica.
Y de ahí también que sienta una aversión visceral a
debatir con sus contendientes nativos, porque, como dijo en el torneo electoral
del 2008, “no saben conceptualizar”, a pesar de que entre sus opositores hay
personas que aventajan con mucho al presidente de FUNGLODE en eso de pensar y
decir.
Pero hay varias diferencias entre la manera orteguiana de
imaginar las élites y como está obligado a hacerlo el presidente dominicano.
Para Ortega y Gasset las “minorías excelentes” eran tipos
ideales de élites caracterizados por el refinamiento y la invención, como al
final él mismo se veía. Y aún cuando repugne tal amaneramiento de cúspides, no se puede obviar el valor de
la distinción.
Muy diferente a lo que le ocurre al presidente dominicano
y su “círculo interior”. Fernández
carece de la sofisticación intelectual de Ortega, y no tiene entre sus discípulos
a Julián Marías sino a Félix Bautista.
Ortega disertaba desde una cátedra complutense y
Fernández tiene que contentarse con un público cautivo de lambones
semianalfabetos. Ortega imaginaba un parnaso. Fernández se revuelca en un
estercolero.
Creo que de tanto oírse a si mismo y a sus sacristanes,
el presidente Fernández y su rocambolesca FUNGLODE han perdido el sentido
común. De tanto creer en el mito del New York Chiquito siguen empeñados en
construir un infierno grande.
De tanto codearse con figuras del jet set internacional,
confunden la escena con la vida. Una cadena lamentable de desatinos por parte
de un político astuto que en algún momento nos hizo creer que lo del progreso
era cierto.
Aún falta para las elecciones el tiempo suficiente como para
que los vaticinios tiemblen. Pero más allá de ellas lo importante es que la
sociedad dominicana ha comenzado a pensar seriamente en que hay un futuro mejor
al que tiene derecho.
Eso fueron las luchas contra la constitución medieval,
contra el perdón a los banqueros desfalcadores y contra la concesión de la
cementera, por el 4% para la educación.
Eso es hoy la lucha contra la
corrupción y contra la desnacionalización artera de los dominico-haitianos.
Y
será mañana para muchos otros temas vitales para el desarrollo nacional y que
desafortunadamente están fuera de la discutible agenda del progreso y la
modernidad que anima a los técnicos domesticados de FUNGLODE.
Por Haroldo Dilla Alfonso.
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