ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- La Asociación de Empresas Industriales de
Herrera y Provincia Santo Domingo (AEIH) advirtió que la alta concentración de
los mercados y la falta de competencia, que prevalecen en el país, constituyen
una retranca contra la movilidad social y la calidad de vida de los ciudadanos.
La organización empresarial, presidida
por Antonio Taveras Guzmán, dijo que, peor aún, el fenómeno traba las
oportunidades y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas (Pymes), que
componen el 95 % de la cadena productiva privada en la economía nacional.
“¿Cómo conferiremos formalidad a las
pymes en medio de estas formaciones monopólicas y oligopólicas que arropan el
mercado, limitan la capacidad de selección de los consumidores y bloquean a los
demás concurrentes que buscan participar en la oferta de bienes y servicios?”,
preguntó el presidente de la AEIH.
Aclaró que las críticas del gremio
empresarial a estas desviaciones en el mercado no constituyen una impresión ni
un capricho, sino que están basadas en hechos concretos, debidamente estudiados
por instituciones competentes.
“La concentración de los mercados,
entre alta y moderada suma una proporción de 43 %, de acuerdo con estudios
recientes hechos por la Dirección de Impuestos Internos (DGII), que han sido
compartidos públicamente”, refirió el dirigente empresarial.
En ese sentido, planteó la urgente
necesidad de aplicar regulaciones en el mercado, para lo cual existen normas y
un ente que ya se ha preparado, como la Comisión Nacional de Defensa de
Competencia (CNDC) que, sin embargo, no ha entrado en operación asumiendo
casos, porque el Poder Ejecutivo no ha designado a su director ejecutivo.
“Donde no hay competencia y prevalece
la concentración, a través de los monopolios y los oligopolios, con sus
consecuentes colusiones, la población está limitada en la obtención de bienes y
servicios de calidad y a precios competitivos”, apuntó Taveras Guzmán.
Dijo que lo anterior es la secuela de
un modelo de desarrollo que viene de la dictadura de Trujillo, que traba las
posibilidades del emprendedurismo, y que se reflejó en las políticas que se
establecieron a través de la Ley 299 y la teoría de capacidad instalada, que
castró el desarrollo de muchas empresas nuevas.
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