ATMÓSFERA DIGITAL, SANTO DOMINGO.- En última instancia, los
militantes muertos y heridos durante el reciente proceso de elecciones internas
en el PLD, además de las trampas, iniquidades y abusos en que discurrió dicho
proceso, es el resultado de la imposibilidad de ese partido de someterse a las
más elementales reglas para su funcionamiento interno.
El discurrir y resultados de estas elecciones han provocado
unas heridas a esa organización difícilmente reparables, debido sobre todo, por
la circunstancial debilidad del liderazgo de los principales jefes de las
facciones que se disputan el control de ese partido.
Sin respetar sus propios estatutos y las reglas de oro de la
participación y representación democrática, los dirigentes y representantes del
partido en las instituciones del Estado se reeligen y auto reeligen sin
someterse a ningún tipo de libre elección. Cualquier colectivo que incurra en
violaciones procedimentales de esa naturaleza crea los gérmenes de su
ineluctable disolución. Es el caso del PLD.
Sin reglas claras, la cura de las heridas y los reclamos de
las partes afectadas por las irregularidades cometidas, pasa necesariamente por
los acuerdos y/o transacciones entre los jefes de las principales facciones en
pugnas: Danilo Medina y Leonel Fernández.
En el caso de este último, además de
sus evidentes dificultades, sus expectativas políticas dependen básicamente del
futuro inmediato de Danilo: del fracaso o éxito de su proyecto reeleccionista.
Si no logra reelegirse, hasta ahí llega su primacía dentro del partido; si lo
logra, a partir de agosto próximo comienza su declive.
En tal sentido, el futuro de ambos dirigentes está
objetivamente limitado en términos de tiempo, una debilidad que atenta contra
las posibilidades de curar las heridas provocadas por los acontecimientos
acaecidos durante del parcial proceso de convencional del partido. Ambos
dirigentes son conscientes de sus limitados márgenes de maniobra para imponer
un acuerdo que no lesione los intereses de unos seguidores que no solamente son
igualmente conscientes de esas debilidades, sino también de la cuantía de sus
inversiones en la promoción de unas candidaturas que no están dispuestos a
ceder en nombre de un ficticio “interés partidario”.
Objetivamente, los intereses de los miembros de las facciones
partidarias, entrelazadas con intereses de sectores económicos, sociales y
profesionales extrapartidarios, han alcanzado un poder difícilmente controlable
por líderes de limitadas legitimidad y legalidad.
El largo discurrir de la vida partidaria sin reglas y con
mucha trampas entre sus dirigentes han llevado a ese partido a un callejón sin
salida, a un proceso degenerativo sin liderazgo de relevo con legitimidad y a
una conducción del Estado que es reflejo del estado de descomposición de esa
colectividad política.
En eso radica la casi imposibilidad de que cualquier acuerdo
o solución que plantee el Comité Político del PLD, evite que las referidas
heridas no se reflejen negativamente en los resultados de las próximas
elecciones congresuales y municipales, como en las candidaturas presidenciales.
Los muertos, los heridos y las heridas sufridas por la estructura partidaria
peledeísta, han creado una situación en extremo delicada para el proyecto
reeleccionista. Automáticamente no decretan su muerte, pero reviven y amplían
las posibilidades de éxitos de una oposición que debe mostrar más imaginación,
determinación y generosidad.
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