SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La imagen de la señora maltratada, Jeanne Marie Delgado, por el tigueraje que Leonel Fernández llevó a su acto para protegerse del pueblo, duele más que
todo. No tengo idea de quien sea esa dama, pero sentí de pronto que era como mi
madre.
Su entereza, su valor, su firme
determinación de aferrarse al rústico cartel que aprisionaba contra su pecho,
mientras esos desalmados la empujaban y la golpeaban; me hicieron saltar dos
lágrimas de ira, de impotencia.
Un poco que ella encarnaba en ése
momento las ansias retenidas de éste pobre país, por echarle manos a esa
cuadrilla indolente de políticos
ladrones que se han hecho dueños de grandes fortunas a costa de la felicidad
ciudadana.
Ella no sabe el gran aliento que
prodigó su gesto, no tiene idea de que
es así como los pueblos labran sus estandartes, y ni se imagina que, como los
míos, mientras la ultrajaba la turba leonelista, muchos ojos se llenaron de
lágrimas.
¡Mi abrazo agradecido para esa
dama a quien ni siquiera conozco!
Por Andrés L. Mateo.
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