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Cuando los peledeistas llegaron

Por Juan Taveras Hernández.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Martin Neomóller, alemán, militar durante la Primera Guerra Mundial, luego se hizo protestante luterano. Estuvo en los campos de concentración Nazi desde 1938 hasta 1945, a pesar de haber cumplido una condena mínima que la Gestapo no compartió y lo apresó de nuevo. En principio creyó en Hitler que le prometió no perseguir ni matar religiosos ni judíos. (Por orden de Hitler fueron asesinados de manera brutal e inhumana 17 millones de judíos, 8 millones de polacos y más de 15 millones de disidentes políticos)

Este alemán protestante escribió un poema que le ha dado la vuelta al mundo, qué hoy quiero reproducir. Se llama “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas”.

Dice: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no proteste, porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.”

No hay ningún paralelismo histórico entre la Alemania Nazi de 1939 a 1945, con la República Dominicana de comienzo de este siglo porque aquella es la historia del holocausto, del salvajismo, de lo impensable, de los hornos humanos. La nuestra es otra historia, menos dramática y menos brutal, pero igualmente singular.

Cuando llegaron los peledeístas, con los fundillos sucios y gastados de caminar calle arriba y calle abajo, con una mano delante y otra detrás, sin un centavo en los bolsillos, prometieron resolver el problema eléctrico en tres meses, dotar de agua potable a todo el pueblo en tiempo récord, erradicar la corrupción, respetar las instituciones públicas y privadas, acabar con la pobreza, la falta de vivienda, de educación, etc. Socialismo puro. “Servir al partido para servir al pueblo”.

Cuando llegaron los peledeístas, que le cogieron el gusto al poder y al dinero fácil, se olvidaron de todas sus promesas y comenzaron a hacer todo lo que dieron no harían. Se asociaron al narco, al lavado y al crimen organizado. Hicieron fraudes electorales, compraron elecciones, degradaron a jueces, congresistas, abogados, periodistas, partidos políticos, dirigentes sindicales, etc.

Cuando llegaron los peledeístas se robaron las elecciones. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas con el dinero del Estado impusieron un presidente. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas se robaron al PRD. y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas se robaron la Justicia. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas se robaron el Congreso. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas se robaron el sistema electoral. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas hipotecaron el país. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas convirtieron el país en una banca de apuestas y en un narco estado. Y no hicimos nada.

Cuando llegaron los peledeístas nadie podía pensar que siendo alumnos de Juan Bosch y seguidores de Eugenio María de Hostos, se darían tan malos.

Hoy nada se mueve sin que los peledeístas lo autoricen o lo permitan. En el país hay razones demás para la desobediencia civil, pero ellos lo controlan todo. Vivimos dictadura constitucionalizada. Y no hacemos nada.

Nadie mueve un dedo en contra de los corruptos, de los tránsfugas y traidores, de los jueces lacayos, de los periodistas comprados. Algunas escaramuzas, una que otra declaración pública para una prensa en menos de un gobierno que invierte en propaganda y publicidad lo que no le otorga a cinco o seis ministerios juntos.


Lo advierto de nuevo: Con esa JCE, ese TSE, sin ley de Partidos Políticos, con el presupuesto del Estado a favor de los candidatos del gobierno, será imposible sacar del poder al PLD, a menos que Hipólito, Luis, Hatuey, Fidel Mejía y demás opositores, no se unan y revolucionen el país. Los peledeístas no se van; hay que sacarlos. Y probablemente sea por la fuerza.
El autor es periodista y abogado. Reside en Santo Domingo.

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