Por
Danilo Cruz Pichardo.
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El
comportamiento de la historia electoral dominicana revela que el sufragio se
distribuye entre oficialistas y opositores. Décadas atrás esas luchas por el
control del Estado, salvo contadas excepciones, las escenificaban perredeístas
versus reformistas y finalmente perredeístas y peledeístas.
Al
introducirse el sistema de doble vuelta y mayoría absoluta, a partir del 16 de
mayo de 1996, la tendencia hacia la bipolarización ha cobrado fuerza. Sólo en
dos certámenes comiciales el voto se ha dividido en tres entidades políticas.
El primer caso fue en la primera ronda de 1996, en la que el PRD obtuvo un 46%,
el PLD un 39% y el PRSC un 15%.
Un
segundo ejemplo se registró en la contienda del 2000, en la que el PRD alcanzó
el 49.87%, el PLD 24% y el PRSC 24%. Pero con la desaparición física del doctor
Balaguer, en el año 2002, hubo una mudanza masiva de reformistas hacia el PLD y
el partido morado se consolida definitivamente como mayoritario.
A
partir de entonces todos los torneos electorales –nacionales y de medio término– han sido disputados por el PLD y el PRD. La
votación de las demás organizaciones políticas, incluyendo al PRSC, ha sido
insignificante. Esa conducta obedece a que el electorado percibía a una como
gobiernista y a la otra como opositora. No hay dispersión en el voto.
Sin
embargo, el buey (como también se le denominó al PRD) acaba de ser
descuartizado por el señor Miguel Vargas, dejando fuera de la entidad a la gran
mayoría de sus líderes tradicionales, incluyendo a los candidatos a la
Presidencia y Vicepresidencia de la República en los comicios del 2012, los
cuales recibieron una votación favorable ascendente al 47%.
También
el grueso de los dirigentes y militantes, en toda la geografía nacional, fueron
excluidos del padrón electoral en la pasada convención, en una maniobra que
involucra al PLD y al gobierno, autores intelectuales de todas las sentencias
que emite el Tribunal Superior Electoral.
Ahora al PRD se le percibe como una sucursal del
gobierno y de Leonel Fernández. No es oposición. Miguel Vargas carece de crédito público y las figuras de prestigio brillan por su
ausencia en esa entidad política. Fiquito, después del presidente del partido,
es el dirigente de mayor jerarquía, seguido muy de cerca por Maríñez y doña
Peggy.
Ante
ese descalabro y ausencia total de imagen pública y principios éticos en los
dirigentes que quedan, al PRD no se le observa perspectiva con miras al torneo
electoral del 2016.
Si
las elecciones fueran hoy el PRD alcanzaría un 8%. Pero ese 8% lo atribuyo al
hecho de que todavía le quedan muchos diputados y síndicos con sus respectivas
clientelas en sus demarcaciones geográficas.
Con
el paso de los días esos legisladores y alcaldes establecerían que sus posibilidades
de reelección son inciertas, porque sus antiguos compañeros se han ido al
naciente Partido Revolucionario Mayoritario. Y ellos, en su mayoría, también
irían paulatinamente dando el paso.
Se
deduce, pues, que para el 2016 el PRD sería una entelequia política, que
difícilmente obtenga el 2% de los votos válidos emitidos. Inyectar recursos
económicos al PRD, podría ser una estrategia del oficialismo para restar fuerza
a la oposición, pero también se corre el riesgo de que se produzcan compras de
potenciales votantes peledeístas, debido a la afinidad incuestionable entre el
peledeísmo y el miguelismo.
Danilo
Cruz Pichardo, periodista y profesor universitario.
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